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Mientras por competir con tu cabello, Góngora

Estamos ante un poema de Góngora: Nos debemos  frotar las manos ante la cantidad de recursos que utiliza el cordobés y por tanto lo mucho que va a alimentar nuestro blog.

Para empezar, el soneto esta bañado en sus dos cuartetos por la anáfora «mientras». Los cuatro elogios que aparecen en los dos cuartetos, se introducen con esta palabra. Insuperable la primera donde mientras además es excusa de oración subordinada que introduce y manda (en este caso sería insubordinada) a la oración compleja. Esto de por si ya es giro literario en cuanto a manipulación del lenguaje ordinario. La subordinada, adverbial en ste caso, inicia, dirige y manda.

Vamos con el asunto de estos dos primeros versos. Góngora explica los vanos intentos del oro por competir con el cabello de la amada. Prosopopeya.

Y a partir de aquí lo inexplicable y un buen ejemplo de la inalcanzable ilusión de este blog: Describir, categorizar, pasar por el filtro de la ciencia lingüística a cómo pueden existir estos dos primeros versos, se me antoja imposible. Sí, el manejo no habitual de la subordinada, la prosopopeya, el oro que compite con el cabello y todo lo inexplicable hacen de estos dos primeros, unos de los más bellos que jamás he visto.

Sin embargo, la clave de esta belleza, puede recaer en la leve sintaxis elíptica del primer verso. Si la subordinada estuviera situada al final de la oración compleja, después del verbo principal (relumbra), competir no podría ser autónomo y verbo de la subordinada. Debería complementarse con «intenta», creando una especie de perífrasis. En cambio, al estar extraordinariamente la subordinada al inicio, parece que en esa situación si tiene, aunque leve, fuerza para subsistir. Quizás, sea esa aparición de competir, en esas condiciones excepcionales, la que le dan al cuarteto un luz extraordinaria, en ambos sentidos, que salpica a todo el cuarteto.

Respecto al primer terceto tengo la misma sensación que al ver a Zidane haciendo una bicicleta, amaga y sale por el otro lado. Además, el primer terceto supone un cambio de ritmo en el poema. No se, quizás es la relación rítmica que veo entre la rima «labio y frente» y «cristal luciente». Rima, sí, pero la originalidad en mi opinión reside en la relación de ritmo que mantienen. La finalización entrecortada, debido a la conjunción, del primero, contrasta con el fluidísimo fonéticamente luciente, una palabra que remata a cristal de una manera casi líquida diría. Esa relación de ritmos diferentes entre dos rimas iguales, insertada en el terceto, que precede a los estructurados cuartetos, me produce esta sensación de amago y salgo por el otro lado. Uno de los artefactos literarios más bonitos que he leído.

Algo parecido ocurre en el último terceto, aunque el regate es otro. Relación rima entre troncada y nada, pero frente a lo abrupto del primero, el asíndeton del segundo que convierte el último verso en un in crescendo en el asunto, constante y sostenido en el ritmo. Gran constraste. Leedlo, leedlo. también destaca la gradiación, únicamente semántica, del últimos  verso.

No profundizaremos en los encabalgamientos, en las grandes metáforas, en las prosopopeyas (lilios que miran, cuellos que triunfan, etc) y por supuesto en la manipulación sintáctica habitual de Don Luis.

«Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello.
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello:

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.»

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